(“In quelle trine morbide” de la “Manon Lescaut”, de Puccini)
Cuando deseemos entrar en comunión con Dios, busquemos un lugar donde nadie nos perturbe, en silencio, y allí, solos, relajemos todo el cuerpo, estemos acostados o sentados. Cerremos los ojos y llevemos la atención hacia todo lo que connota nuestro SER.